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El clima de la Tierra y la circulación de las corrientes oceánicas profundas están fuertemente influenciados por la salinidad de la superficie de los océanos.
Así que, ¿por qué no tenemos mapas detallados que muestren cómo la salinidad cambia rápidamente?
Bien, ahora disponemos de dichos mapas.
Tras más de un año de mediciones continuadas, el instrumento Aquarius de la NASA,
a bordo de la nave espacial Aquarius/SAC-D, nos ha proporcionado esta nueva visión desde el espacio de la salinidad superficial de los océanos.
Un análisis más detallado de los datos revela algunas características fascinantes.
Nuestro primer objetivo es una zona de agua salada en el Océano Atlántico Norte.
La evaporación del agua de la superficie del mar deja tras de sí grandes cantidades de sal que contribuyen a crear un área de agua muy salobre aquí mostrada.
Las condiciones son diferentes en el Océano Pacífico Norte.
Cerca del ecuador, en una de las regiones más húmedas del planeta, fuertes lluvias contribuyen abundante agua dulce a la superficie del océano.
Esto se traduce en una banda de color azul oscuro que representa aguas de baja salinidad en la costa de América del Sur y América Central.
Los ríos también puede influir la cantidad de sal presente en la superficie del mar.
Cada segundo, millones de galones de agua dulce fluyen desde el río Amazonas al Océano Atlántico.
El efecto que esto tiene se aprecia como una sinuosa descarga de agua de baja salinidad que nace de la desembocadura de este gran río.
En latitudes altas, el derretimiento veraniego del hielo marino provoca una fuerte disminución de la salinidad superficial del mar.
Vemos ejemplos de este fenómeno en el Mar de Labrador y en las aguas costeras que rodean Groenlandia.
En primavera y verano, las corrientes marinas superficiales transportan las aguas de baja salinidad hacia el sur,
donde se mezclan con aguas más calientes y saladas llevadas al norte por la Corriente del Golfo.
En el subcontinente indio, el contraste entre el área de aguas salobres al oeste y la zona de aguas más dulces al este se debe a una combinación de geografía y clima.
Al oeste, la mezcla de un clima árido y una escasez de contribuciones de agua dulce produce las aguas salobres del Mar Arábigo.
Al este, las lluvias del monzón y el flujo de agua dulce procedente del río Ganges mantienen las aguas de la Bahía de Bengala mucho menos saladas.
Sin las observaciones de los satélites, estos cambios globales serían invisibles para nosotros.
Las mediciones continuadas de Aquarius ayudarán a los científicos a entender mejor nuestros vastos océanos
y cómo los cambios en la circulación oceánica y el transporte de agua a través de la atmósfera pueden afectar el clima terrestre.
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